Tras mucho tiempo de sin sabores, de historias fracasadas, de remendar una y otra vez tu corazón, consigues encontrar a esa persona que es tu media naranja (o al menos es lo que piensas en ese pequeño intervalo de tiempo en el que las maripositas flotan en el estómago y estás más tonta que todas las cosas). La vida te sonríe, todo es felicidad, todos son cariñitos y todo es la mar de empalagoso, hasta que ¡¡¡¡¡Se termina la paz!!!!!.
La crisis existencial puede venir de muy diversas formas, porque te planteas si eso te lleva a algún sitio, porque caes en cuenta que el tendero de la esquina está más bueno que el pan..... o porque un antiguo amor platónico reaparece en escena.
Conocí a, llamémosle Alan, en un antiguo trabajo. Nunca me gustó flirtear con mis compañeros de curro, por aquello de "Donde tienes la olla no metas la polaina...", pero esta vez todo se me volvió en contra y tuve que tirar por tierra todas mis creencias más enraizadas. Cuando le conocí, me pareció un extranjero más, venido de quien sabe donde, por el que no mostré ningún tipo de interés. Serio como él solo, sin un solo conocimiento de español y con cara de perro rabioso, el muchacho consiguió que dejara de lado mi vena más sociable y tan solo le dirigiera un pequeño "Hola" cada vez que me lo cruzaba por los pasillos.
Por distintos avatares del destino malicioso, terminamos coincidiendo en una escapada a una playa paradisiaca con distintos compañeros de trabajo.... Y allí, conocí a un Alan totalmente desconocido, que sonreía, que poseía un sentido del humor bestial y que lucía un cuerpo espectacular en bañador..... Lógicamente caí perdidamente enamorada de él y empezó una larga angustia, donde los flirteos, las sonrisas estúpidas y una cara de subnormal que me seguía allá donde fuera, no me daban descanso.
El tiempo iba pasando, nuestra relación de amigos se iba afianzando cada vez más... ¡¡¡pero allí no pasaba nada!!!. Y yo no lo entendía. Sus miradas revelaban algo, sus comentarios revelaban algo, su sonrisa revelaba algo, pero sus actos no revelaban nada de nada (vamos, que por más grande que fuera mi escote no obtenía ningún resultado, y puedo asegurar que mi escote es muy, pero que muy generoso).
Así que un día, me armé de valor y decidí escribirle un correo donde le exponía que me tenía hasta los mismísimos y qué quería saber su opinión. El hecho de no hacerlo cara a cara no fue por cobardía, sino porque explicar ciertas cosas de viva voz en un idioma que no es el tuyo, tiene tela limonera, y no quería que con los nervios del momento mi idea no se plasmara tal como quería. Y empezaron a pasar los segundos, los minutos, las horas, los días..... y no obtenía respuesta. Al fin, un día vía messenger, se dignó a pincharme y me comentó que le había encantado mi correo pero que en breve se iría del país y bueno, que era mejor que todo se quedara así.
Lloros y más lloros (tanto que parecía María Magdalena en su mejor época) me acompañaron durante los meses que anduvo por aquí, hasta que un buen día se marchó, y le acompañé al aeropuerto por si en un arrebato de última hora me pedía que me escapara con él.... pero nada de eso sucedió.
Los meses fueron pasando, y de todas las personas que conoció en este lindo país, yo fui la única con la que mantuvo un contacto más frecuente (es decir, un mensaje cada dos meses, que él es así de expresivo).
Y de repente, unos días antes de Semana Santa, me propuso que fuera a visitarle. Ya os podéis imaginar (eso para los que me lean, que por ahora solo son 2 personas y entre ellas se incluye la que subscribe) los nervios durante la preparación del viaje, y más por el comentario de "Traete un traje de noche que quiero darte una sorpresa" que hizo en una de las conversaciones que tuvimos mientras concretábamos el evento. Así que, ni corta ni perezosa, allí me presenté yo.
Fueron cuatro días estupendos, en los que disfrutamos de una ciudad incomparable y en los cuales me sentía flotar.... pero en los que tampoco pasó nada aunque la tensión sexual se respiraba en el ambiente (eso es lo malo de los fluídos corporales).
Tras la decepción, volví a casa de nuevo (tras gastar veinte cajas de Cleenex en el viaje), tratando de poner los pies en el suelo y olvidar todos aquellos comentarios en los que me insinuaba que le gustaría que algún día me fuera allí a vivir.
Y hace unas semanas, se puso en contacto conmigo para decirme que iba a pasar unos días en la ciudad. Y que ójala tuviera mucho tiempo libre para pasar la mayor parte de los días con él. Y que tenía muchísimas ganas de que llegara el día del "Reencuentro"..... Y este fin de semana, en la primera noche, en la cena de bienvenida que se le organizó.... yo aparecí junto a mi Maromo (cuya existencia él desconocía)......
Pero esa historia será contada en otro momento, si alguien tiene interés de que sea contada....
Escuchando "A man and a woman" U2
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