lunes, julio 02, 2007

Relaciones

Es curioso eso de las relaciones, ya sean de amistad, sentimentales o familiares. Estos últimos días he pensado mucho en uno de mis mejores amigos, llamémosle Sam, y en nuestra historia, que como todo lo que me rodea es de lo más subrealista.

Conocí a Sami a los pocos meses de empezar con mi ex. Yo no tenía muchas ganas de que aquello ocurriera, eso de conocer a la familia de la parte contratante me pone de los nervios, pero teniendo en cuenta que era el hermano pequeño y no una suegra en potencia, cedí un poco y acepté la invitación. Fue un 26 de mayo, lo recuerdo porque era el cumpleaños de Sam y nos había invitado a tomar algo, una excusa como otra cualquiera para conocer a la novia del hermano mayor. Yo, como soy muy maja, me pasé varios días buscando un libro para regalarle. Fue una tarea ardua, ya que no le conocía de nada y no tenía la menor idea de lo que le podría gusta, así que me decidí por uno que me había encantado unas semanas antes y dejé todo a eso que llaman la suerte del destino.

He de confesar que cuando le vi aparecer me temblaba todo por los nervios "¿le caeré bien? ¿tendremos algo de lo que hablar? ¿le gustará el regalo?", ya sabéis, ese tipo de preguntas que una se hace cuando sabe que un momento dado marcará un antes y un después.

¿No os ha pasado nunca que al conocer a una persona sabéis al momento que pasará a formar parte de tu vida dejando una huella imborrable? ¿Qué la química es tan impresionante que no se puede ni explicar? Pues eso mismo me pasó a mí con Sam, a los diez minutos andábamos muertos de la risa, hablando sin parar de un millón de cosas e hilando una conversación tras otra en las que mi ex no sabía ni por donde entrar. La verdad es que esa fue la tónica que se repitió durante años.

La relación entre Sam y su hermano nunca había sido ideal, y tras ese primer encuentro me propuse mejorar esa situación. Con el fin de aunar lazos intenté que ambos se vieran más a menudo, hablaran más por teléfono, etc, etc, y sin darme cuenta la única relación que se iba estrechando era la mía con Sami. Finalmente, cuando a Sam le ocurría algo era a mí a quien llamaba, y cuando mi ex tenía algo que decirle me pedía que fuera yo quien se lo contara. Echando la memoria atrás estos días, creo que el momento decisivo llegó cuando Sami nos confesó que era gay, ya que mientras yo le ofrecí mi apoyo incondicional, mi ex se cerró en banda y no paró de repetir eso de: "¡¡¡¡Es antinatural!!!!!, ¡¡¡¡yo no quiero saber nada de esas historias!!!!". Nunca conseguí hacerle entender que el amor hacia un hermano es mucho más importante que la tendencia sexual que cada uno escoja.

Tras aquello, y aunque intenté limar todas las aperezas que pude, era lógico que si Sami tenía un desengaño amoroso, si su último chico le había dado calabazas, o si la noche anterior había echado un polvo de ensueño, no fuera a su hermano a quien llamase para contárselo.

Con el paso del tiempo, Sam se convirtió en uno de mis mejores amigos. Compartíamos el amor por los libros, la música, el arte y los viajes, y pasábamos horas hablando y emocionándonos si alguno conseguía descubrir alguna nueva joya. Mi ex decidió dejar de quedar con nosotros, y en esos momentos en los que él no nos oía aprovechábamos para montar el consultorio sentimental, asumiendo el papel de Elena Francis aquel que en ese día tuviera menos problemas que contar.

Cuando mi historia de amor se rompió de tanto usarla (más bien cuando mi ex decidió que era momento de empezar a tirarse a otra), llamé a Sam para quedar y hablar con él, y le dije:

- Sé que la situación en la que te encuentras es un asco, porque te has quedado en medio. Por un lado él es tu hermano, por otro, yo soy tu amiga. Si nuestra amistad va a dificultar tu relación con él en algún sentido, prefiero no volverte a ver, por mucho que me duela, pero ante todo, él es tu hermano y sobre eso no hay nada.

A lo que él contestó:

- Mira rica, yo soy suficientemente mayorcito para poder separar ambas historias sin que interfieran entre sí. De todas formas ya te digo yo lo que va a pasar, mi relación con él volverá a ser igual que la que teníamos antes de que aparecieras en nuestras vidas: nula. Así que deja que sea yo quien tome mis propias decisiones y el que diga si algo se ha acabado aquí. Que él rompa con todo no significa que yo tenga que hacerlo.

Diez años han pasado desde ese primer encuentro. Dos desde mi ruptura.

Mucha gente no ha entendido nunca nuestra relación. La tachan de rara, de antinatural. La critican sin más, sin tener en cuenta a quienes forman parte de la misma. Y yo me pregunto ¿con qué derecho? ¿qué es lo normal y lo anormal?.

Todas esas piedras que nos lanzaron las utilizamos para construir un castillo, nuestra fortaleza, desde donde observamos lo simples que pueden llegar a ser algunas personas, mientras seguimos con nuestras charlas de arte, libros y hombres.

........La persona a la que llamé la primera noche que pasé con Gael, fue a Sam. Aun recuerdo entre risas ahogadas y cuchicheos (para no despertar a mi amante), como le relataba la experiencia mientras él no paraba de gritar "Si eso es lo que tú necesitabas, ¡¡¡¡un buen polvo!!!!"

......Mis viajes a Roma, Estocolmo, Berlín, Roma, Praga, Lanzarote... los he hecho con Sam.

......Mis lloros los he compartido con Sam.

......Mis alegrías las he vivido con Sam.

......El padrino de mi primer hijo será Sam.

Porque Sami siempre será mi cuñado, pese a quien pese y duela a quien duela.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya... de buena mañana y ya estoy llorando, me has emocionado.

Una historia preciosa, Doña.
No pierdas nunca a un amigo así.
Te envidio, ¿sabes?

Un beso muy fuerte.

roser_pen dijo...

Oh sí, que importante es tener amigos de ese nivelazo! Consérvalo reina, y a los que no puedan (o no quieran) entender esa relación... que les den!!! A mí tmb me parece una historia preciosa. Felicidades por Sami!!

Laura Abella dijo...

ostras...yo tengo un amigo-cuñado de esos...jajajja ( de esos quiero decir, que no es mi cuñado, pero en algun momento se produjo el nexo por ese motivo , y se crea una familiaridad que ya no desaparece, aunque desaparezca el resto del mobiliario.

besitos para Sam pues y para tí más!