Viaje a Jordania: Primera Parte

Como lo prometido es deuda, aquí comienza el resumen de las aventuras-desventuras de Sami y la Doña en Jordania.

El sábado 08 de septiembre, a las 8 de la tarde, partimos de Barajas dirección Jordania. A los diez minutos de estar sobre el aire a Sami le entró el ataque de pánico habitual, con lo que decidí drogarle para no tener que sufrirle durante las cuatro horas que duraba el trayecto. En Amman nos esperaba nuestro guía, Mahmud, el cual hablaba un español de infarto y durante la semana que compartimos con él no paró de contar un millar de chistes (lo más curioso es que este hombre no ha vivido nunca aquí, con lo que descubrí que en algunos casos, las academias de idiomas funcionan). A las 3.30 llegamos al hotel y nos metimos rápidamente en la cama porque a las 9.00 nos recogía el autobús para dirigirnos a Jerash.

Jerash es una ciudad greco-romana a la que denominan la Pompeya del Este por su buen estado de conservación, y fue una de las ciudades más famosas de Oriente durante el Imperio Romano. Sus ruinas son impresionantes y tuve la sensación de que andaba por la mismísima Roma.

Arco de Adriano

Columnas de la Plaza Oval

Anfiteatro

Ninfeo. Fuente y templo dedicado a las ninfas.

Tras visitar Jerash nos dirigimos de regreso a Amman, donde paseamos por sus calles y tiendas.

Vistas de Amán


Teatro

Tienda de Especias

Me sorprendió gratamente la hospitalidad del pueblo jordano. Les encanta que les tiren fotos y que les cuentes de donde vienes o a donde vas, son unos conversadores excelentes. Al contrario de lo que me ocurrió en Estambul, cuando te ofrecen algo que rechazas amablemente con un “Sucram” (gracias) no te atosigan hasta la saciedad, cosa que es de agradecer.

Al día siguiente, a la seis de la madrugada, nos levantamos para conocer distintas fortalezas camino al Mar Muerto, el cual recibe ese nombre debido a la alta salinidad que posee, imposibilitando la vida en sus aguas a excepción de algunos microbios. Al ser el punto más bajo de la tierra, el calor que hace allí es horrible (10 grados más de golpe) y creí morir nada más poner mis pies en el suelo. La sensación de flotar fue impresionante, y al irte introduciendo poco a poco en sus aguas llega un momento en el que te es casi imposible tocar el suelo porque las piernas se te van hacia arriba. Este hecho no es tan divertido cuando te volteas y quedas boca abajo sin poder volver a una situación normal. Así que allí tenéis a la Doña gritando como una posesa para que alguien la ayudara a ponerse panza arriba, mientras tenía la sensación de perder la vista irremediablemente cuando algo de agua entró en mis cuencas oculares. Finalmente, la elevada concentración sal me produjo una reacción alérgica impresionante y estuve varias horas bebiendo agua como una descosida para no deshidratarme. Pasado el mal rato, y después de jurar que no volvería a bañarme nunca más en un lugar así, observé una de las puestas de sol más impresionantes de la historia.

Mar Muerto

Y por ahora eso es todo amiguit@s. En la próxima entrega Gadara, Madaba y el Monte Nebo, si os apetece, claro.