Desde que el mundo es mundo, desde que el hombre es hombre, y desde que yo a los 13 años tuve la genial idea de decir que quería seguir estudiando, me ha tocado trabajar como una loca.
Hoy, a las 8.30, nos han convocado a una reunión para contarnos lo atrasadísimos que vamos, la necesidad de aunar esfuerzos (que significa lo mismo que echar horas extras sin ver un duro) y que tenemos que ponernos las pilas. Mi súper Boss ha aprovechado también para tirarme algunas puntaditas sobre las vacaciones. Se ve que al tío le ha hecho pupita mi reacción del otro día.
El caso es que para no ponerme a dormitar mientras escuchaba todas sus paranoias (ya sabéis, yo ante todo soy muy educada), me he puesto a hacer un repaso de todos los sitios donde he trabajado hasta ahora, y no he podido evitar echar alguna que otra sonrisita al rememorar ciertas historias mientras escuchaba de fondo el ronroneo del Mandamás.
- A los 14 años, y para poder pagarme los libros y esas cosas, estuve trabajando en un taller protésico dental como recepcionista. Las mejores llamadas eran siempre en navidad, cuando llamaba los dentistas totalmente histéricos para preguntar por los dientes de un paciente. Si la fecha de entrega era posterior a la que ellos tenían pensado siempre me decían "¿Y como quiere usted que este año Fulanito de Tal se coma el turrón?". Nunca supe que contestar.....
De aquel trabajo recuerdo con verdadera grima aquellos casos en los que un paciente se presentaba allí, animados por el dentista de turno, se quitaba la dentadura postiza, la ponía encima de mi mesa y decía algo así como "Mide uté mezá loto ete dente", que traducido significa "Mire usted, se me ha roto este diente". Nunca entendí por qué se sentían tan ofendidos cuando sacaba de mi mochila un clinex para poder transportar su dentadura al laboratorio indicado.
Cuando cumplí los 16 me echaron de allí porque estaban obligados a subirme el sueldo.
- Después, he trabajado varios años como teleoperadora. Durante una época estuve vendiendo seguros por teléfono, pero tuve que dejarlo porque todas las semanas me echaban una bronca monumental por mi número de ventas. Es lo malo de tener moral, nunca pude engañar a la gente como mis jefes pretendían.
Luego estuve en un servicio de Help-Desk para un banco, y las anécdotas me darían para escribir un libro. Recuerdo con mucha ternura al director de un banco gallego al que tuve que enseñar a: Abrir su cuenta de e-mail, abrir los correos, contestarlos, adjuntar archivos y todo lo que se pueda hacer con esta herramienta. El pobre siempre me decía lo mismo "!!!Ays majiña el trabajo que te doy!!!!, pero esto de las tecnologías no es para mí. A ver si un día te animas y te vienes pa´cá y te invito a una buena mariscada". Nunca acepté su invitación, cosa de la que me arrepiento soberanamente.
Mi última experiencia en este gremio la tuve no hace mucho, trabajando para una conocidísima empresa de telecomunicaciones. Como mi jefe rapidamente vio que lo mío no eran las llamadas (algún día contaré la mejor conversación del mundo mundial que me aconteció con un cliente), me puso a activar, desactivar y reparar cuentas de usuarios. Allí conocí a los mejores compañeros del mundo, no creo que vuelva a estar tan a gusto en ningún sitio (no por el trabajo, que era un asco, sino por la compañía) y sinceramente echo mucho de menos aquellas tardes muertos de risas ante los desaguisados de la empresa.
- En alguna época de vacas flacas también me he dedicado a impartir clases de física, química, matemáticas y biología. Tuve niños adorables (los mínimos) con los que aun mantengo el contacto, y verdaderos diablos que lo único que me apetecía era meterles la cabeza en un water y tirar de la cadena para ahogarles. Aunque he de reconocer que en estos casos los padres eran mucho peor que sus lindas criaturitas.
- Y quitando mis años de investigación, el trabajo que realmente se gana la palma fue el de recepcionista en un campo de golf de una zona pijisisisisisima de mi ciudad.
Duré tres días, todo un record.
Y es que no hay nada peor que trabajar con gente pijísima-de-la-muerte-oye. Te miraban con tal prepotencia que a veces tenía que ir al baño por lo mucho que se me revolvía el estómago. Mi dimisión vino de la mano de un cliente la mar de amable, os cuento.
Mis funciones, entre otras, eran reservar campos, alquilar palos de golf, guantes y las malditas pelotitas. A las diez de la noche se cerraba la recepción, pero los clientes podían disfrutar de las instalaciones hasta las doce. Lo curioso de ese trabajo es que a las diez en punto de la noche se abría durante 30 segundos una trampilla en el suelo de la recepción, donde había que introducir la recaudación del día metida en una bolsa especial con los detalles de la misma. La bolsita descendía por un tubo que terminaba en una oficina en el subsuelo donde estaba la caja fuerte, y tenías que estar muy atenta para estar preparada cuando el suelo se abriera ante tus ojos, porque bajo ningún concepto ("aunque se caiga el mundo" como decía mi jefe) podía faltar la recaudación diaria. El problema de esto radica en que, aunque la recepción se cerraba a las diez, a mí me tocaba empezar a hacer caja a eso de las nueve y media para que me diera tiempo a tener todo listo para la abertura del nuevo mundo. Contado esto, entenderéis mejor por qué me chiné tanto ese día y me largué para siempre. A las 9.50 de la noche, mientras cerraba la bolsita, un cliente muy enchaquetado se presentó cogido de la mano de su mujer:
- Pijo: Buenas noches, podrías darme dos fichas para las máquinas de pelotas.
- Doña: ¿Tiene el dinero justo? (Nota: Cada ficha eran 100 pesetas y esa pregunta se debe a que si tenía suelto podía cobrarle y dejarlo apuntado para el día siguiente, porque en caso contrario ya no me daba tiempo a darle cambio, rehacer las cuentas, etc, etc. Tic, tac, tic, tac, que la puerta se va a abrir)
- Pijo: No, no tengo suelto.
- Doña: Bueno, pues tome las dos fichas, hoy invita la casa
- Pijo: ¿Perdona? ¿Qué has dicho? Mira niñata, yo no necesito la caridad de nadie.
- Doña: (aguantando el tirón como puede) No es cuestión de caridad, simplemente ya he hecho caja y no puedo devolverle el cambio (por 200 pesetas ¡¡¡por Dios!!!!)
- Pijo: Si es que en este país nadie quiere trabajar. El club está abierto hasta las doce, la recepción hasta las diez, y yo he llegado a tiempo para que me cobres.
- Doña: Pero por un problema de infraestructura yo tengo que tener la caja resuelta antes de la diez, caballero.
- Pijo: Lo dicho ¡¡¡¡qué no quieres trabajar!!!. Dame ahora mismo tu nombre porque se te va a caer el pelo por no atenderme, niñata vaga (mientras la mujer metiendo cizaña con cosas tales como "Así se habla cariño, demuestrale a esta mindundi como hay que trabajar, no sabe con quien está hablando").
- Doña: Para su información, mi nombre es Doña Paranoica Histérica, y sí que le estoy atendiendo "caballero", es más, aquí siguen sus fichas por si las desea, pero ya le he comentado que no puedo hacer otra cosa.
- Pijo: (apuntando en su libretita) Te vas a enterar de quien soy yo, sí señor. Ahora mismo voy a llamar a tu jefe y mañana estarás de patitas en la calle.
- Doña: Haga lo que usted crea conveniente.
El tío cogió las dos fichas (sin pagar) mientras se cagaba en todos mis familiares. Ni que decir tiene que en medio de la bronca la trampilla se abrió y la bolsa no llegó ese día a su destino. Guardé el dinero en un cajón con llave y dejé una nota a mis compañeras de la mañana para que hablaran con administración y bajaran el dinero nada más llegar. A día siguiente, cuando llegué a mi puesto de trabajo con mi carta de renuncia bajo el brazo, mi jefe estaba esperándome nervioso para pedirme disculpas. Me dio igual que fuera amigo suyo de toda la vida, que el pobre hombre hubiera tenido un mal día y las pagara conmigo, etc, etc, yo había tomado la decisión de irme y ya no había quien me hiciera cambiar de opinión.
Y es que, aunque mis trabajos han sido por norma general un asco, me han permitido estudiar una carrera y proximamente, terminar mi doctorado. Lo que más rabia me da es que encontrar algo de lo mío en este país es casi imposible, y tendré que seguir en sitios de este estilo para poder pagar la hipoteca y llenar todos los días este estómago tan caprichoso que tengo, que le da por pedir comida todos los días.
Escuchando: Manolo García - Una tarde de sol
5 comentarios:
Qué asco de gente cuando se ponen en ese plan...
Y los pijos son los peores. Suelen ser hijos de familias mediocres venidas a más que ya no se acuerdan de cuando en sus casas no se comían entera ni la cabeza de una sardina... patético.
Lo de la mujer del pijales ya no tiene ni nombre.
Bonita forma de desconectar del jefe, jajaja! Has hecho todo un repaso a algunos recuerdos. ;)
Un besazo!
En primer lugar mola la viñeta jajajaja muy buena si señor!!!
En cuanto al curro... uff te entiendo. Yo llevo currando desde los 18 años en un colegio, en el corte ingles...e imagínate trabajé en un centro del corte ingles de una zona también super mega pija, eso es lo peor, había compañeras que lloraban y todo. Es una pasada y unos hijos de...!!!
Ahora estoy de recepcionista (espero que por poco tiempo jejeje) y también hay cada uno por telefono que es pa darle un par de yoyas.
Muakakiss y venga que ya es viernes!!!
¡Ay... nena! la frase comodín: "Haga lo que usted crea conveniente"... ya la habré dicho yo un millón de veces. La gente es que de verdad no tiene perdón de dios con tanta estupidez y prepotencia.
Menos mal que es viernes. ^_^
Hija, yo es que muchas veces te leo y digo, esta mujer y yo si nos pusiéramos a hablar cuánto nos entenderíamos... Yo también he trabajado para pagarme los estudios, y a día de hoy lo hago. Lo bueno es que ya me queda sólo un curso para licenciarme XD y aunque con mucho esfuerzo, uno se siente realizado. Además, la experiencia del trabajo creo q es importante ya no sólo por lo profesional, sino porque te hace ser consciente de lo dura que está la cosa y de lo que cuesta abrirte paso. Muy bueno tu trabajo en eso de las prótesis... pijos insoportables... Besotes!!
Hola Doña!
Te dejo aquí el haiku. No he visto tu mail por ningún lado así que te hago un comentario. Allá va.
Mis ilusiones
se reducen a un sueño:
vivir mi vida.
De sueños frustrados. Aunque no todo se frustra. Hay sueños que acaban bien. Más vale soñarlos que perderlos estando despierta.
Espero que te haya gustado. Si no me lo dices y te lo cambio.
Un saludo!
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